La fibrilación auricular (FA) se ha establecido como un factor de riesgo independiente de ictus. Es la arritmia cardíaca más frecuente y se caracteriza por un latido irregular y, con frecuencia, acelerado. La FA está estrechamente vinculada a la edad: afecta al 4 % de los individuos mayores de 60 años y al 8 % de las personas mayores de 80 años. Aproximadamente un 25 % de individuos de 40 años o más desarrollarán FA a lo largo de su vida. Según Burden of Stroke Report (informe sobre la carga del ictus), se espera que el número de pacientes con FA en Europa suba de 8,8 millones en 2010 a 17,9 millones en 2060.

Durante la FA, las dos cámaras superiores del corazón (aurículas) laten irregularmente y no están coordinadas con el latido de las dos cámaras inferiores del corazón (ventrículos). Esto puede llevar a la formación de coágulos de sangre en el corazón que pueden viajar a los vasos sanguíneos del cerebro y provocar una obstrucción del flujo sanguíneo y un ictus. En torno al 20-30 % de todos los ictus se deben a la FA. El riesgo de ictus en la FA aumenta con la edad, el sexo femenino, la hipertensión arterial, la diabetes, un fallo cardíaco, las enfermedades coronarias, las enfermedades vasculares periféricas, las valvulopatías y un historial previo de ataque isquémico transitorio e ictus.
La FA está asociada a un incremento de morbilidad y mortalidad (riesgo de muerte de 1,5 a 1,9 veces mayor) debido a la estrecha vinculación que existe entre la FA y los eventos tromboembólicos, en especial el ictus.

La FA se diagnostica con un electrocardiograma (ECG), que muestra el ritmo cardíaco y su frecuencia. Es importante saber que algunas personas con FA no notan ningún síntoma ni son conscientes de su condición hasta que se descubre durante un examen físico. Otras personas pueden tener los siguientes síntomas: palpitaciones del corazón, respiración entrecortada, dolor de pecho, fatiga, debilidad general, mareos y confusión.

Existen cuatro tipos de FA:

– FA paroxística, que aparece ocasionalmente, dura entre varios minutos y horas, y desaparece en siete días; no requiere tratamiento farmacológico.
– FA persistente, que dura más de siete días, y cuya desaparición no es espontánea y requiere tratamiento farmacológico o intervención eléctrica.
– FA persistente de larga duración, que dura más de 12 meses, ya sea porque la cardioversión ha fallado o porque no se ha intentado.
– FA permanente, lo que significa que el ritmo cardíaco está alterado de forma permanente y requiere tratamiento farmacológico a largo plazo.

En el 10-15 % de los casos de FA, la enfermedad se presenta sin que haya ninguna otra comorbilidad. Sin embargo, la FA suele estar asociada a otras enfermedades cardiovasculares como hipertensión arterial, infarto de miocardio, enfermedad coronaria, válvulas cardíacas anómalas, funcionamiento anómalo del marcapasos natural del corazón y cirugía cardíaca previa. Otros factores de riesgo son: alteraciones metabólicas, disfunción de la glándula tiroides, diabetes, insuficiencia renal, tabaquismo, alcoholismo, ingesta excesiva de cafeína, ciertos medicamentos, enfermedades pulmonares (neumonía), cirrosis, apnea del sueño y estrés. Una edad avanzada, la obesidad y un historial familiar pueden incrementar el riesgo de desarrollar FA.

El tratamiento de la FA incluye medicamentos para controlar el ritmo y otras intervenciones para intentar modificar el sistema eléctrico del corazón. El riesgo de ictus derivado de una FA que dura más de 24 horas es motivo de gran preocupación y suele abordarse prescribiendo un anticoagulante (warfarina, dabigatran, apixaban o edoxaban). Los anticoagulantes o diluyentes de la sangre pueden reducir enormemente el riesgo de ictus provocado por coágulos de sangre. Los nuevos anticoagulantes orales (NACO) (apixaban, dabigatran, edoxaban y rivaroxaban) son preferibles a los antagonistas de la vitamina K (warfarina, sintrom); sin embargo, no se recomiendan en pacientes con válvulas cardíacas mecánicas o estenosis mitral moderada o grave. La aspirina ya no se recomienda para el tratamiento de la FA.

La prevención de la FA pasa por una conducta de vida saludable que incluya una dieta sana, actividad física (al menos 30 minutos/día), un peso corporal adecuado, no fumar, reducir el consumo de cafeína y alcohol, y evitar el estrés.

Referencias:

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